Ojalá en México tuviéramos este tipo de izquierda y este tipo de mujeres metidas en política. Tristemente lo que tenemos es de risa.
Entender
la mentalidad latinoamericana, resulta a veces, simpático. Por ahora aparecen
como encabezados en los principales diarios la victoria de Evo Morales en
Bolivia y de Michelle Bachelet en Chile. Por todo el
continente, y fuera él se levantan aires de mesianismo, se respira un sentimiento
de satisfacción porque las cuentas han sido saldadas: 500 años de explotación
de parte de un sistema colonialista blanco al fin de cuentas terminan.
La
verdad, es menos radical. La victoria de Evo Morales, como sucedió en otros
países, planchó a los partidos políticos tradicionales que aunque sin una
retórica tan violenta, mantuvieron en pocas manos el acceso a la riqueza y su
disfrute. Evo Morales, parece, inaugura un nuevo polo de poder en la franja
andina, atado desde el comienzo de la campaña proselitista a la adhesión sin
pudores a los exabruptos de Chávez. Hugo Chávez dicho sea de paso, es también
un producto de la incapacidad de las elites conservadores venezolanas que a
final de cuentas, fueron eficientes para mantener una estabilidad en la medida
en que no rivalizaron con el sector privado, pero dicho de paso, un sector
privado a la latinoamericana: con tendencias monopolistas y proteccionistas. En
el Perú vale la pena echarle un ojo a Ollanta Humala, de origen indígena también, pero formado en los
Estados Unidos, un indígena nacionalista y populista, mezcla de Chávez y de
Morales por haber sido militar y por haber estado preso por el asalto de una
comisaría. Su esquema mental, parece es el mismo de Morales y Chávez. En Chile, la victoria de Bachelet,
dicen los teóricos feministas, ha puesto fin a una opresión política en la
cual, la participación política en los cargos más importantes ha estado
reservada para los hombres.
El
meollo de la cuestión no pasa, sin embargo, por la victoria de tal o cual
candidato, su color de piel, etnia o género sino por algo que tiene mucha mayor
importancia: Los marcos mentales con los cuales, se pretende sostener la
gobernabilidad, el modelo de desarrollo económico y la solidez de las
instituciones. En el caso de Bolivia, Venezuela y Perú, vemos una vuelta de tuerca
sobre el papel del Estado en rublos que, ha quedado muy claro, nada tiene que
ver. El retorno es entonces, abismal, porque vuelven a introducirse en el
debate esquemas de desarrollo que lo único que generan es la masificación de la
pobreza en un contexto donde de por sí ya es complicada la generación de la
riqueza. Este es el perfil de la izquierda tradicional. En Chile, el punto
interesante no es la victoria de una mujer sino la toma del poder de parte de
una nueva izquierda, que no necesita reconstruir y echar por tierra la
estabilidad generada por un sistema económico que, probablemente, no les genere
simpatía. Pero es mucho más fácil desarrollar la agenda socialista con altos
niveles de crecimiento y una simplificación de las normas burocráticas. Esto es
lo que una mujer como Bachelet tiene muy claro.
Ojalá
en México tuviéramos este tipo de izquierda y este tipo de mujeres metidas en
política. Tristemente lo que tenemos es de risa. Una izquierda que ya no sabe
qué prometer, y la mujer más prominente del ámbito político ha resultado ser
mejor modista y organizadora de conciertos que propulsora de ideas…
EntrarLa gente subestima la facilidad con la que los gobiernos pueden destruir una economía y lo difícil que es reiniciar esas economías.