Una vez más el gobierno saca adelante una miscelánea fiscal. Cada año es la misma batalla. El tema termina siempre por resolverse de último momento y sobre las rodillas de los legisladores, que muchas veces no entienden los alcances de las iniciativas que están aprobando. El gobierno obtiene sus aumentos de impuestos y sigue alimentando el monstruo burocrático, pero el país se vuelve cada vez más pobre.

Es importante empezar ya a pensar en una reforma hacendaria integral y real. No se vale seguir cobrando nuevos impuestos de unos mismos contribuyentes, ya agobiados por pagar las cuentas de todos, cuando un porcentaje muy grande de la población económicamente activa simplemente no paga impuestos.

México necesita una reforma hacendaria, pero real, de fondo. Ninguno de los gobiernos y legislaturas que hemos tenido hasta el momento ha estado dispuesto a hacerla. Hay demasiados intereses que proteger. Sólo que ya los contribuyentes han llegado al límite de lo que están dispuestos a contribuir.

Esta reforma debe empezar por redefinir el gasto público. El gobierno mexicano gasta mucho. Para este 2010 ha pedido autorización para gastar 3.2 billones de pesos, esto es, 29,900 pesos por cada hombre mujer y niño de nuestro país. Esta cantidad ha venido aumentando a lo largo de los años. Sin embargo, el gasto público no ha servido para fomentar el crecimiento ni para reducir la pobreza, la cual ha venido aumentando año con año. Simplemente ha elevado el gasto corriente, el gasto en burocracia.

Los mexicanos tenemos que redefinir el gasto público. En la actualidad solamente sirve para enriquecer a unos cuantos políticos y líderes sindicales. Los contribuyentes recibimos a cambio servicios muy malos, que se nos dan de mala gana y como si estuviéramos pidiendo limosna en lugar de obtener una contraprestación por los impuestos que pagamos. Seguramente el gasto público puede ser mucho menor del que tenemos actualmente. Y el que subsista debe utilizarse para propósitos que realmente beneficien al país, como construir infraestructura o promover el crecimiento.

Pero, además, la carga la tenemos que compartir de manera más equitativa entre todos los mexicanos. En la actualidad solamente unos cuatro millones de mexicanos pagan impuesto sobre la renta de una población económicamente activa de 59 millones. Parece que no hay nada más fácil en este país que evadir el impuesto sobre la renta. Ahí radica uno de los problemas fiscales fundamentales de México.

La reforma de fondo del sistema fiscal debe partir de la aceptación que sólo un impuesto al consumo podrá lograr una mayor equidad en el reparto de la tasa fiscal. Es necesario mantener un impuesto sobre la renta, sin duda, pero mientras sea tan fácil evadirlo los esfuerzos por convertirlo en la base de la recaudación significarán que unos cuantos seguirán llevando la carga de toda la sociedad.

La tarea más importante que tiene el país en estos momentos es redefinir la operación del gobierno y los costos que éste implica. Es absurdo que los diputados y senadores le dediquen a ésta unas cuantas semanas en tiempos de presupuesto sólo para olvidarlo durante meses y regresar después al tema en un apresurado proceso un año después.

Una de las razones por las que España logró salir adelante en las últimas décadas, en tanto que México se ha rezagado cada vez más, es que los políticos españoles supieron hacer a un lado sus diferencias y llegaron a acuerdos que les permitieron construir una nación más próspera. Nosotros podemos hacer lo mismo. En lugar de promulgar de manera apresurada una mala miscelánea fiscal cada año, nuestros políticos deben sentarse a discutir a fondo las reformas que nos permitirían tener a un país realmente más productivo y más rico.