Ahora que el Presidente está corrigiendo su error, ya salieron los chillones y mañosos priístas a chantajear y amenazar con que, de continuar las alzas a los combustibles, no cooperarán con la propuesta de reforma política del Presidente, y que, además, legislarán para que sea el Congreso quien defina los precios de los energéticos, o bien para congelar los precios de los alimentos básicos. ¡Cínicos papanatas!
En economía los errores se pagan más
temprano que tarde. Ojalá no olvidemos esta lección. Me
explico.
El año pasado el Presidente Calderón
decidió congelar las tarifas de distintos energéticos, entre ellos la gasolina.
Quien escribe, y más de un analista de esta página, criticamos las medidas y
advertimos el gran riesgo que dicha política representaba para las ya débiles
finanzas públicas. El destino alcanzó rápido al Presidente, y en el mismo 2009,
se intentó corregir los excesos, entre ellos el ir retirando paulatinamente el
subsidio a la gasolina y reflejar en el precio, en la mayor medida de lo
posible, el costo de oportunidad (que el precio reflejara la escasez).
Sí, la decisión de corregir los
nefastos precios máximos a la gasolina ó al diesel es acertada, pues su precio
debe reflejar los precios internacionales. No olvidemos que el 40% de la
gasolina que los mexicanos consumimos es importada, y por tanto el comprar caro
en los mercados externos y vender barato en los internos es un negocio malo, no
sólo para PEMEX, sino para los contribuyentes cautivos, que somos los que
finalmente pagamos el diferencial (subsidio) con más y más impuestos. Proseguir
con el congelamiento de precios sólo formaría una burbuja que terminaría por
reventar con efectos aún más perniciosos. Y por cierto, dicho evento afectaría
a los más, más pobres.
Ahora que los políticos de oposición
critican el efecto inflacionario del alza en la tarifa de los energéticos, ya
se les olvida que ésta es mínima. Ya no se acuerdan en el PRI cómo hace unos
años, cuando sus gobiernos hacían ajustes a las tarifas de los combustibles éstos
eran del orden de 50 y 60%; esas sí eran bombas de inflación contra la
población más pobre.
Ahora que el Presidente está
corrigiendo su error, ya salieron los chillones y mañosos priístas (como
siempre, con el convenenciero senador Beltrones al
frente) a chantajear y amenazar con que, de continuar las alzas a los
combustibles, no cooperarán (vamos ni revisarán) con la propuesta de reforma
política del Presidente. Vaya hipocresía, los priístas ya no se acuerdan cómo
aprobaron, en conjunción con el Ejecutivo, el presupuesto de ingresos. Es más,
le “enmendaron” la plana al Presidente, y presionaron por un mayor déficit
público para darle más dinero a sus “gober
preciosos.” Hipócritas y cínicos. Es un golpe mediático (aprovechando lo
impopular que es pagar más impuestos) para no ceder a una reforma política que
le quitaría poder al PRI y sus mafias clientelares. No
se hagan patos priístas.
Si Manlio
se queja tanto del “gasolinazo”, que recuerde que es
su partido el que ha bloqueado cualquier intento de reforma energética seria,
que atrajera nueva y mucha inversión extranjera que se tradujera en mayor
oferta de energéticos y lo mejor, en precios más bajos para los consumidores. Al
senador también se le olvida que buena parte de los nuevos impuestos se deben a
la resistencia enfermiza de su partido por entrarle a una reforma fiscal seria
que incluya un IVA generalizado. Ay Manlio, de veras,
cómo pueden más los grupos clientelares de tu
partido.
Y luego, los peores, algunos papanatas priístas que ya piensan en legislar para que sea
el Congreso quien defina los precios de los energéticos que cobra PEMEX. Vaya
barbaridad. Imagine el lector un Congreso en el que no saben nada de economía
básica (y los pocos que sí, son aplastados por la mayoría ignorante) y ya se
sienten superiores al mercado (todos los oferentes y demandantes de
energéticos, lo que nos incluye al lector y a este servidor), ya se sienten
competentes para fijar los precios de gasolina, diesel, combustóleo,
gas, etc. Perdón, pero los precios no pueden fijarse por ningún político ó
burócrata. La formación correcta de precios se da mediante la interacción libre
de oferta y demanda. Si se quieren precios bajos de cualquier mercancía, es
necesario aumentar su oferta, sea mediante más y más empresas en el mercado ó
mediante la innovación tecnológica. No hay otra y eso no lo entienden los
políticos y burócratas que defienden a capa y espada al nefasto monopolio petrolero
de PEMEX.
Ah, ya se me estaban olvidando otros
papanatas del PRI. Ya hay otro grupo que presiona que
si no se detiene el alza de precios de los combustibles, entonces hay que
legislar para congelar los precios de los alimentos básicos (precios máximos). A
ver papanatas, se los explico otra vez:
Primero hay que entender qué es el
mecanismo de precios en la economía. Un precio es una señal de qué tan escaso ó
abundante es un bien. Así, si un bien es relativamente escaso (como lo es un
diamante), su precio será alto. Obvio, a mayor escasez, mayor precio.
Viceversa, cuando hay abundancia de un bien (como podría ser el agua), su
precio puede ser relativamente bajo. Ojo, los precios no me dicen si un bien es
más valioso que otro (es obvio que el agua es más importante para la
supervivencia humana que un diamante), sólo me indican la disposición a pagar
de los consumidores dada la oferta y la demanda de millones de compradores y
vendedores en el mercado. Así las cosas, los precios constituyen una señal
esencial para productores y consumidores sobre qué tanto cuidar los bienes
escasos ó qué métodos productivos menos costosos adquirir para producir dichos
bienes.
Cuando el gobierno “ordena” un
precio máximo ó tope, lo que está haciendo es que el sistema de precios
transmita señales equivocadas, lo que origina que la asignación de recursos no
sea la óptima. Y la razón es sencilla, si alguien me dice que algo escaso es
barato (cuando debería ser caro), entonces asigno recursos para comprar dicho
bien, lo que ocasiona dos cosas: un aumento en la cantidad demandada que
agudiza la escasez y dos, al oferente no le da incentivos para producir u
ofrecer más (con el precio máximo ó tope no cubre sus costos), lo que presiona -agrava-
aún más la escasez. Al final habrá dos resultados: uno, la creación de mercados
negros, en donde los precios estarán muy por encima de los que habrían
prevalecido en un mercado competitivo (sin distorsiones como los precios tope)
y que además sólo estarán al alcance de los más ricos. Y dos, que las empresas
afectadas con el precio tope ó máximo presionen y el diferencial entre el
precio máximo y el de mercado sea cubierta con subsidios, claro, expoliando a
los contribuyentes cautivos.
Esa historia ya la vivimos en
México, ¡papanatas desmemoriados! Las consecuencias
de los controles de precios fueron escasez, mercados negros y múltiples
subsidios que llevaron al traste a las finanzas públicas, lo que, claro, como
siempre al final terminó en la expoliación de los contribuyentes mexicanos y,
por supuesto, con más y más pobres.
Los precios de la gasolina (y de
cualquier otro bien como los alimentos) no se forman en base al capricho de un
político ó burócrata, sino en base al mercado. Si se vuelven a congelar, la
cantidad demandada de los energéticos aumentará, y la escasez estará a la
vuelta de la esquina.
Ya la planificación central mostró
su fracaso cuando los “burócratas iluminados” desde un escritorio querían fijar
cuánto y cómo producir, así como establecer los precios de las mercancías; las
consecuencias eran escasez, cero innovación tecnológica, malos productos y
hambrunas que dejaron millones de muertos. Jamás un burócrata le ganará al
mercado (que somos todos) para ver cuál es el precio correcto de un bien ó
servicio.
No me queda duda, los políticos
mexicanos NO le entienden al tema. Ya los mexicanos fuimos testigos de cómo los
papanatas lucharon para imponer controles nefastos a
las comisiones de las afores y a las tasas de interés. Bueno, al menos me
inspira para escribir más al respecto, pero qué tragedia para los mexicanos.
EntrarLa gente subestima la facilidad con la que los gobiernos pueden destruir una economía y lo difícil que es reiniciar esas economías.