Nuestro sistema político es inoperante, caro e ineficiente desde el punto de vista económico. Ahora parece que los políticos le están poniendo un nuevo calificativo: se ha tornado feo. Esto debido a los problemas que genera una campaña tan larga y aburrida como la que estamos presenciado, tan mal va la cosa que se pone feo el asunto y las descalificaciones son las que dominan la campaña, pero parece que no pasa nada, sólo se enrarece el ambiente electoral y con el económico, que poco a poco va mostrando su descontento con esta situación. Pero el otro factor que hace que el ambiente político se más feo es la conformación de las listas de candidatos a las cámaras del Congreso por la vía plurinominal, el pleito es de tal magnitud que muchos renuncian, otros se pelean, otros gritan, pero nadie aporta ni ayuda a sus candidatos a la presidencia, es más para la gente común estos legisladores apenas existen.

De las rarezas de nuestro iniquísimo sistema electoral ésta no es de las que más llama la atención, pues la no reelección, la extensísima regulación de campañas y el monstruo de la financiación pública se llevan las primeras planas. Pero la crisis de los partidos es muy clara con la conformación de las listas y es quizá lo que al interior se vive más intensamente y causa más problemas, de hecho todos los partidos han estado a la búsqueda de un sistema para asignar estas candidaturas que cause menores costos políticos internos. Pero qué hay de los efectos externos de estas, pues parece que es algo que a los partidos se les olvida o queda muy lejos de los temas de discusión como es el costo de asignar a una persona para que ocupe un cargo durante seis o tres años sin merito alguno, sin hacer campaña, sin participar en nada, sólo poniendo su nombre y ya, tiene trabajo, sueldo y fuero garantizado, por no hablar de otros beneficios.

Pero dejando de lado los evidentes problemas políticos del tema, habría que analizar los beneficios o los perjuicios, por no decir maleficios que traen consigo los legisladores de lista o de partido. Si bien los partidos intentan poner a sus cabezas pensantes y con ello a sus líderes burocráticos, que no carismáticos, pues esos entran por votos y no por designaciones, por medio de las listas, entonces éstos se trasforman en los líderes del Congreso. Líderes que no tienen encima la presión de un electorado que votó por ellos, sino que sólo obedecen a los dictados de los líderes de su partido, esto garantiza que no sólo estén aislados de la presión de los votantes sino de todas las demás, se transforma en intocables.

Por otro lado son el mercado de becas para los “aliados” de las coaliciones o para los nuevos llegados que representan alianzas con los candidatos, pero que como desconocen a sus nuevos partidos, se transforman en focos de tensión hacia el interior de sus propias bancadas. Baste recordar la experiencia del PAN con el PVEM y la forma en la que perdió no sólo asientos en las Cámaras sino la mayoría absoluta de la Asamblea de representantes en el Distrito Federal por las inconsistencias legales de los marcos jurídicos locales y federales.

Pero para los ciudadanos representa que sus “delegados” no tienen ningún vinculo con ellos, pues no sólo no hay rendición de cuentas, no hay incentivos para este legislador de hacer su trabajo, pues en primera instancia no van a volver a ser votados, en segunda no tiene circunscripción a la cual rendir cuentas y no tiene a nadie a quien servir más que a aquellos que los pusieron en la lista. Esto es lo que provoca que aparezcan iniciativas deplorables, inexplicables o simplemente con nombre y apellido, presentadas precisamente por estos legisladores intocables. Lo que hace que el acceso de los gobernados a los ciudadanos sea también inexistente.