Uno pensaría que la política laboral ha sido uno de los éxitos del actual gobierno mexicano. El número de huelgas ha sido muy inferior al de otros sexenios. Los salarios contractuales, los que ganan los trabajadores sindicalizados, han avanzado más que la inflación por primera vez en varios sexenios. Después de un largo proceso de negociación con los sindicatos, se redactó una iniciativa de nueva ley laboral que contaba con el aval de los principales sindicatos del país. Parecía haber una luna de miel entre el gobierno y las organizaciones obreras.

Pero en vísperas de las elecciones presidenciales, un grupo importante de sindicatos ha emprendido una campaña contra el gobierno del presidente Vicente Fox. Este pasado viernes, 28 de abril, estos sindicatos retaron abiertamente al gobierno a través de una serie de paros ilegales, manifestaciones y bloqueos cuyo propósito –el cual lograron-- era desquiciar a la ciudad de México.

Entre las exigencias de los sindicatos se cuenta, en primer lugar, el respeto a la autonomía sindical. Pero ésta es una expresión que se utiliza en realidad para representar la protección de los intereses del líder minero Napoleón Gómez Urrutia, quien heredó su cargo de secretario general del Sindicato de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de su padre Napoleón Gómez Sada. La otra exigencia es la renuncia del secretario del trabajo Francisco Xavier Salazar.

Más que estas demandas, sin embargo, el propósito del movimiento parece ser político. Los líderes cuestionan no sólo al gobierno de Vicente Fox sino que tratan también de descarrilar la candidatura del panista Felipe Calderón, a quien ven como un enemigo histórico de los sindicatos.

Los líderes sindicales tienen derecho, por supuesto, a sus simpatías políticas, pero habrá que ver si realmente logran su propósito de derrotar a Calderón con tácticas como interrumpir el tránsito de la ciudad de México irritando a millones de personas. Habría razones para pensar que la reacción de la gente común y corriente, la que se ha visto afectada por las movilizaciones, sería exactamente la contraria.

Francisco Hernández Juárez ha logrado convertirse en el líder más visible del movimiento sindical que se opone al gobierno de Fox. De hecho, el dirigente de los telefonistas ha logrado convertir la Unión Nacional de Trabajadores, la Unete, en una organización que atrae a sindicatos que por una u otra razón se alejan del sistema oficial. Así, Hernández Juárez ha logrado aliarse formal o informalmente con el Sindicato Mexicano de Electricistas; con Roberto Vega Galina, del Sindicato de Trabajadores del Seguro Social; y con Gómez Urrutia, del Sindicato de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares, a pesar de que cuando éste heredó el liderazgo del sindicato el propio Hernández Juárez cuestionó la legitimidad de la designación.

Del otro lado siguen estando, sin embargo, muchos de los sindicatos tradicionales del Congreso del Trabajo, el cual se mantiene bajo el mando del líder ferrocarrilero Víctor Flores. Estos sindicatos no tienen tanta visibilidad en los medios de comunicación como los aliados de Hernández Juárez, pero siguen siendo muy importantes. Cabe señalar, sin embargo, que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el mayor del país, apoyó el movimiento del 28 de abril. Hasta ahora el sindicato de maestros había respaldado al gobierno de Vicente Fox.