No es ningún secreto que los políticos, por empecinamiento o ignorancia, a menudo ponen en riesgo nuestra prosperidad
Washington (AIPE)- No es ningún secreto que los
políticos, por empecinamiento o ignorancia, a menudo ponen en riesgo nuestra
prosperidad. Las guerras suelen ser causadas por políticas erradas, lo mismo
que las recesiones, depresiones y demás calamidades económicas. Aquí relato
tres casos actuales en que la clase política nos está colocando en peligro.
Los senadores Charles Schumer
(demócrata) y Graham Lindsey
(republicano) han propuesto un arancel de 27,5% a las importaciones chinas, si
ese país no revalúa su moneda. Insisten que eso es necesario porque China tiene
un gran excedente comercial con Estados Unidos. Resulta que contrario a lo que
creen esos senadores, nuestro déficit comercial es una señal de fuerza y no de
debilidad. Individuos y empresas quieren invertir en EEUU porque logran aquí una
rentabilidad mayor que en sus propios países y también creen que su dinero está
más seguro. Para invertir en EEUU, tienen que tener dólares y la manera de
lograrlo es vendiendo bienes y servicios que los norteamericanos desean.
La inmensa inversión de capital extranjero
permite a la gente y al gobierno de EEUU consumir más y gozar de intereses más
bajos. Las compras baratas a China benefician especialmente a los
norteamericanos con bajos ingresos y si eso se dificulta imponiéndoles
aranceles, los sustitutos serán suplidos por México o la India a precios más
altos y haciendo un poco más pobres a los pobres de nuestro país. No es nada
probable que productos intensivos en mano de obra sean manufacturados
internamente. Entonces, teniendo que pagar más, los norteamericanos tendrán
menos que gastar en productos y servicios nacionales, lo cual dañará a las
industrias y reducirá el empleo.
Y los chinos no se quedarían de brazos cruzados,
sino que ejercerían represalias, lo cual podría causar una recesión o depresión
como causaron los aranceles bajo la ley Smoot-Hawley en 1929, cuando los países procedieron a desquitarse
una y otra vez del proteccionismo de otros. Y la realidad es que los chinos no
pueden incrementar mucho el valor de su moneda porque ello reduciría el valor
de sus dólares, con los cuales respaldan a su propio sistema bancario.
Otra pésima idea es que legisladores estatales
tratan de imponer topes a lo que las empresas de tarjetas de crédito cargan al
comercio. Eso es un intento de control de precios en un sector que es muy
competitivo. Los comercios pueden escoger cuáles tarjetas aceptar y también
pueden negociar los cargos. Los comerciantes que exigen esos controles se
enfurecerían si trataran de imponerles a ellos un control de precios y no
comprenden que los precios son información. Los precios motivan la futura
producción y asigna la utilización de escasos recursos. El fracaso de los
países comunistas demostró que la economía no funciona sin precios determinados
libremente por el mercado. Durante los últimos 200 años, todos los intentos de
controlar los precios han fracasado, frecuentemente con consecuencias desastrosas.
Sin embargo, los políticos siguen creyendo que ellos saben cuál es el precio
“justo”.
Otra infame política ha sido la de perdonar la
deuda a países que no han eliminado su corrupción gubernamental. Los gobiernos
y burócratas internacionales que siguen protegiendo a los corruptos e
irresponsables a expensas de quienes aportaron los fondos son las verdaderas
aves de rapiña y los pobres ciudadanos de esos países seguirán sufriendo en la
miseria porque no hay posibilidad de crecimiento económico sin estado de
derecho.
Aquí apenas menciono algunos ejemplos de algunas
malas ideas que avanzan en el proceso político. Lo único que nos puede salvar
son mayores conocimientos económicos por parte de los periodistas y del público
en general.
___*
Director general del Center
for Economic Growth y académico
asociado de Cato Institute.
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.