Segunda vuelta y definitiva. Es, vista desde fuera, una triste encrucijada: O votas por alinearte en el eje de Hugo Chávez y tirar a la basura todo lo que se ha logrado –y eso, no hay que engañarse, será el infierno en la tierra para millones de peruanos- o votas confiando en que el viejo populista Alan García haya, en efecto, aprendido de sus errores y desmesuras del pasado y cumpla medianamente bien con ese programa sensato de “centro-izquierda” que ahora lo cobija.

Lo más triste es que esta elección se realiza cuando los números macroeconómicos de Perú se antojan inmejorables: A marzo de 2006, un incremento envidiable de 10.6% anual en el Producto Interno Bruto, una moneda estable, inflación de sólo 3.6% anual, pujantes exportaciones que arrojan una balanza comercial positiva de más del 5% del PIB (lo cual, ojo, no necesariamente es bueno, porque nos habla de una economía que da más de lo que recibe en términos de bienestar) y una tasa de interés de 4.51% en operaciones de corto plazo.

Alan García ha mostrado en estas elecciones una especie de “sincero arrepentimiento” por sus despropósitos del pasado (estatizar la banca, provocar una hiperinflación, deshonrar los compromisos financieros de Perú con el exterior), y presenta un aceptable programa de reivindicaciones sociales sin alterar, en apariencia, el orden de las finanzas públicas y de la política monetaria. Más aún, ha dicho a los electores que aunque quisiera no podría hacer las locuras del pasado siendo Presidente, porque Perú tiene ya las instituciones democráticas que se lo impedirían. Habrá que ver.

Por su parte, Ollanta Humala es un amasijo de promesas demagógicas y de propuestas incendiarias que, al parecer, encantan a cierto populacho. Para imaginar cómo sería su gobierno vale la descripción que ha hecho Michael Schifter sobre el régimen de Hugo Chávez: “Una mezcla ecléctica de populismo, nacionalismo, militarismo y, más recientemente, de socialismo combinada con un énfasis ‘bolivariano’ en la unidad de América del Sur”.

La personalidad de Ollanta Humala la describe así el periodista peruano Fernando Vivas en el diario “El Comercio”: “Tiene a la hora de comunicar una persuasiva mezcla de patanería militar con simpatía criolla, con réplicas cachacientas que eluden las preguntas sobre sus muchos flancos débiles”. Pero es peor lo que esconde: “Un liderazgo demasiado reciente que aún oculta sus motivos profundos, con sus voceros fusibles y, en el lugar de la ideología, la mistificación nacionalista presta para las más turbias manipulaciones”.

Por supuesto no cabe duda que Alan García, hoy en pleito con el entrometido Hugo Chávez (lo que, por cierto, ha mejorado la imagen de García ante el electorado), es la menos mala de las dos opciones.

El propio Vivas resume la situación diciendo que habrá que votar por García para seguir criticándolo implacablemente. ¡Qué remedio!

Ay, Perú, ¡qué encrucijada entre el infierno y el purgatorio!