Todo poder, ¿es poder sobre otro? Queda claro que el poder gubernamental sí es poder sobre otro, pero también queda claro que no todo poder es poder gubernamental, lo cual me lleva de nuevo a la pregunta: todo poder, ¿es poder sobre otro?

El poder al que se refiere Némirovsky es el poder del gobierno, es decir, el poder que el gobernante ejerce sobre el gobernado, ejercicio que siempre tiene como resultado, de parte del gobernante, limitar o eliminar la libertad y/o la propiedad del gobernado, libertad y propiedad que son derechos naturales de la persona, razón por la cual su eliminación o limitación es algo serio que amerita responder a la siguiente pregunta: ¿qué lo justifica?

La limitación o eliminación de la libertad y/o la propiedad de alguien se justifican en los casos en los cuales, no hacerlo, da como resultado la violación de la libertad y/o la propiedad de alguien más, caso en el cual sí se justifica el ejercicio del poder gubernamental, es decir, el que el gobernante tenga en sus manos el destino del gobernado, prohibiéndole dañar a alguien más.

¿Existe algún otro caso en el cual se justifica limitar o eliminar la libertad y/o propiedad de alguien? Sí, cuando, habiendo fracasado en el intento de evitar que alguien dañe a alguien más, hay que castigar a quien ocasionó el daño, caso en el cual sí se justifica el ejercicio del poder gubernamental, es decir, el que el gobernante tenga en sus manos el destino del gobernado, castigándole por haber dañado a alguien más.

¿Existe algún otro caso en el cual se justifica limitar o eliminar, por medio del ejercicio del poder gubernamental, la libertad y/o la propiedad de los gobernados? No, y sin embargo son esos casos a los que hace referencia la frase de Némirovsky, cuando, quien ejerce el poder, sabe que tiene, entre sus manos, más allá de los límites que impone el respeto a la libertad y/o la propiedad de los gobernados, el destino de los mismos, lo cual puede ser consecuencia de, uno, el convencimiento de que él, y sólo él, sabe lo que mejor conviene a los demás: haz lo que yo te diga y serás feliz, o, dos, del placer de ejercer su dominio sobre los demás: si no haces lo que yo te digo yo seré infeliz, o, tercera posibilidad, una combinación de las dos anteriores: dado que si haces lo que yo te digo serás feliz, si no lo haces yo, al ver que te niegas a la felicidad, seré infeliz.

Ejercer poder sobre otros, ya sea por razones “altruistas” (si haces lo que yo te digo tú serás feliz), ya por razones “egoístas” (si no haces lo que yo te digo yo seré infeliz), es (más allá del poder que, legítimamente, debe ejercerse para evitar que otros, de manera ilegítima, ejerzan poder para perjudicar a otros), un abuso que atenta contra la libertad y/o la propiedad de aquellos sobre quienes se ejerce. El problema, como lo señala Némirovsky, es que dicho poder envicia como el vino, tal y como lo muestran todos aquellos que se esfuerzan por adquirirlo y, una vez adquirido, mantenerlo, con el fin, ¡no de evitar que unos dañen a otros y, de fallar en el intento, castigar a quien haya dañado!, sino de recobrar el paraíso terrenal, aquel que nos perdieron, ¡para siempre!, Adán y Eva.

¡Cuidado con quienes ejercen el poder gubernamental, no para evitar que otros lo ejerzan de manera indebida, violando derechos, sino por fines “altruistas” o “egoístas”, porque de ellos es el reino de la arbitrariedad.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.