Cualquier político es alguien que aspira al poder gubernamental, que consiste en poder obligar, prohibir y castigar, comenzando por poder obligar a los ciudadanos a pagar impuestos, es decir, a entregarle parte del producto de su trabajo, y en poder castigar a quienes no cumplan con esa obligación. Sin esta primera manifestación del poder gubernamental no hay gobierno que sobreviva (lo cual quiere decir, dicho sea de paso, que la manera más eficaz de obligar al gobierno a hacer lo que debe hacer, y a dejar de hacer lo que no debe hacer, es por medio de la rebelión de los contribuyes, de la huelga tributaria).

Cualquier político es alguien convencido de tener el derecho de disponer, de la manera que crea conveniente, de la libertad y la propiedad de los demás. Y si el político cree tener ese derecho también cree que los ciudadanos tienen la obligación de limitar su libertad según él lo ordene y de entregar su propiedad según él lo disponga. Por si fuera el caso, de que alguien pusiera en entredicho el derecho de cualquier político de disponer de la libertad y la propiedad de los demás según crea más conveniente, por considerarlo injusto, una violación al derecho natural a la libertad individual y a la propiedad privada, es que los políticos recurren a la ley. Hacen lo que hacen, justo o injusto, apoyados en leyes, por lo que su conducta, justa o injusta, se vuelve legal, momento de recordar que no porque una conducta sea legal, respetuosa de la ley, también será justa, respetuosa de los derechos de los ciudadanos.

Cualquier político es alguien que cree tener el derecho de disponer de la libertad y la propiedad de los demás como crea más conveniente, y no solo para actuar como gobierno gobierno, cuya tarea es prohibir la violación de derechos, obligar a quien los viole a resarcir a la víctima, y castigar al violador, sino para actuar como gobierno ángel de la guarda, e intentar preservarnos de todos los males, inclusive de los que podemos hacernos a nosotros mismos, y para comportarse como gobierno hada madrina, y procurar concedernos todos los bienes, hasta los que son responsabilidad de cada quien. Tanto el gobierno ángel de la guarda, como el hada madrina, limitan la libertad y la propiedad de los ciudadanos más allá de lo que se justifica para prohibir la violación de derechos, obligar a quien los viole a resarcir a la víctima, y castigar al violador, que son las tres legitimas del gobierno, del gobierno gobierno.

Cualquier político es alguien que cree que, por el hecho de acomodar su conducta a la ley, esa conducta es justa, de tal manera que, para lograr que sus conductas sean justas, redacta y promulga leyes, quedando los ciudadanos atrapados en las redes de la legalidad: “Lo dice la ley”. “Solo cumplo la ley”. “Por ser legal es justo”. “¡Es la ley!”. Sin embargo, no todo lo que es legal es también justo. Hay leyes injustas, con las que el gobernante pretende justificar sus conductas injustas, que son las propias de los gobiernos ángeles de la guarda y hadas madrinas.

Bovard tiene razón. Alguien que cree tener el derecho de disponer de nuestra libertad y de nuestra propiedad según crea conveniente, no es nuestro amigo. Al contrario, fácilmente puede convertirse en nuestro enemigo, y todo ello de manera legal. Hoy, para la mayoría de los ciudadanos, ¿de dónde provienen las amenazas en contra de su libertad y de su propiedad? De sus gobiernos.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.