Luis González de Alba no cosechará
muchas felicitaciones de la progresía mexicana por su atinada y valiente
invectiva contra el símbolo Frida Kahlo publicada el
lunes. Sin embargo algunos –quién sabe si muchos o pocos- nos regocijamos
porque alguien finalmente desenmascaró ese mito de “la sufrida Frida” que tanto
ha intoxicado a generaciones de mexicanos.
Frida es una especie de cuento de hadas al revés muy querido
por la progresía local. Simboliza a la hija de extranjero que se “enamora” de
las “más hondas raíces de lo mexicano” –de ahí los perpetuos trajes de Tehuana-
y también a quien idealiza esa idiosincrasia nacional (artificiosa y de pastiche)
elevándola a categoría metafísica: Ser mexicano es ser víctima perpetua de una
fatalidad, un tranvía que nos dejó baldados. Tragedia que nos alimenta de resentimientos.
Vivir es retratarnos hasta la saciedad en pleno sufrimiento resentido contra
los otros: los poderosos, los capitalistas, los traidores de clase, aquellos
que quieren despojarnos de nuestras “hondas raíces”, todos los que persiguen
cualquier tipo de éxito basado en el mérito individual.
La manía de los autorretratos de “la sufrida Frida” conviene
con exactitud a la manía de la contemplación del propio ombligo como
“idiosincrasia nacional”. Un narcisismo de la derrota y de la perpetua humillación, adolorido, amargado
desde la columna vertebral llena de clavos, que parece simbolizar que lo que
nos mantiene enhiestos es echarle en cara al mundo nuestra desgracia. Épica de
los vencidos y de los defraudados: Somos víctimas de todo tipo de atracos,
especialmente de los agravios que nos infligen leyes que, sabemos de antemano –aun
cuando ni siquiera las conozcamos-, sólo se diseñaron para hundirnos más en la
miseria, porque ése es el fin de los poderosos en el universo: desgraciarnos.
Se trata de una creencia “honda y sentida”, de una teología en la que nosotros
-¿quién más?- somos el centro, el principio y el fin.
Me extraña que algún astuto negociante no haya hecho
camisetas con el icono de “Frida, la sufrida” y la jaculatoria: “Todos somos
Frida”. Se venderían como pan caliente en las marchas del CNTE, en las
asambleas del PRD y en todo acto bendecido por la progresía mexicana.