La tecnología de la información, los computadores y las telecomunicaciones ahora contribuyen más del 80 por ciento al crecimiento de nuestra productividad, en comparación con 42 por ciento en la Unión Europea.
Washington (AIPE)- Si usted
fuera enemigo acérrimo de Estados Unidos y quisiera estremecer a este país
atacando un sector clave, su blanco sería la industria de la computación,
Internet y celulares que, junto con una muy hábil ingeniería financiera, han
aportado gran parte de nuestro crecimiento económico en los últimos 25 años.
Debido a que como agente de
un gobierno enemigo no le sería posible destruir ese sector de nuestra
economía, podría más bien inducir a los políticos estadounidenses a imponer
regulaciones e impuestos destructivos a esas joyas de la economía estadounidense
para que deje de ser competitiva.
La triste realidad es que
el Congreso, los estados, los gobiernos municipales y las agencias reguladoras
han estado atacando continuamente a estos mismos sectores, los más productivos
de nuestra economía.
La tecnología de la
información, los computadores y las telecomunicaciones ahora contribuyen más
del 80 por ciento al crecimiento de nuestra productividad, en comparación con
42 por ciento en
En un mundo racional, los
científicos, ingenieros, técnicos, gerentes, financistas y empresarios que han
hecho posible todo esto, serían tratados con admiración y respeto. Por el
contrario, los medios y una clase política llena de envidia infantil, los
acusan de haberse enriquecido, lo cual aporta la excusa para imponerles
exageradas regulaciones e impuestos adicionales a las más exitosas actividades
de nuestra economía.
Tradicionalmente, Estados
Unidos ha sido líder internacional en innovaciones tecnológicas porque
gozábamos de un sistema abierto que permitía a los innovadores obtener el respaldo
financiero para desarrollar y mercadear sus proyectos. El proceso típico solía
ser que un individuo o un pequeño grupo con una nueva idea acudiera
a familiares y amistades para levantar el capital inicial. Luego de que se
comprobara que la idea funciona y que existe una demanda para el nuevo producto,
se vendían acciones de la empresa y se conseguía financiamiento. Las altas
ganancias potenciales compensaban los riesgos.
A pesar de que esa es la
historia del éxito estadounidense, los políticos y los burócratas (la mayoría
de quienes jamás han tenido una idea innovadora en su vida) avanzan en el
proceso de aplastar la creatividad. El mercado de lanzamiento inicial de nuevas
empresas al público, llamado IPO, está cayendo en Estados Unidos y desplazándose
a otros países. Los capitales que especulan con nuevos proyectos están
reduciendo sus inversiones y legislaciones como la ley Sabarnes-Oxley ha aumentado exageradamente el costo de ofrecer en
Las regulaciones y los
costos excesivos de auditorías absorben buena parte
de las utilidades potenciales, mientras que el Congreso y los gobiernos locales
aplican impuestos destructivos y absurdos a las empresas de teléfonos
celulares. Esa discriminación impositiva contra un producto que aporta a la
productividad del comercio y mejora la calidad y seguridad de nuestras vidas no
proviene de mentes claras.
Podemos estar seguros de
que si Estados Unidos pierde su liderazgo en estas nuevas tecnologías, los
políticos y burócratas denunciarán a algún chivo expiatorio.
___*
Director general del Center
for Economic Growth y académico
asociado de Cato Institute.
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.