La Resistencia Civil Activa y Pacífica (Recap) comenzó seriamente en México en 1986 bajo la inspiración en un hombre de alma grande —eso significa Mahatma—; la experiencia de unos filipinos que venían de derrocar pacíficamente en ese año al dictador Ferdinand Marcos; y los libros de Étienne de La Boétie (1530-1563) y Gene Sharp, estudioso sistemático de la acción política noviolenta.

Lo primero que aprendíamos los resistentes civiles eran principios éticos. El mayor, proclamar la verdad, aun en contra nuestra. Otro, penetrar la conciencia del adversario: probar quién tiene la razón, siempre sabiendo que podíamos estar equivocados. Prescindir de toda injusticia, y únicamente desobedecer órdenes y leyes flagrantemente injustas, sin atacar personalmente a nadie. Y algo indispensable cuando uno se enfrenta a un oponente que también es humano: perdonar. Impulsaron la Recap dos panistas víctimas de fraudes cometidos por Bartlett y de la Madrid, Pancho Barrio y Manuel Clouthier. Éste murió y vivió siguiendo una consigna: “Cambiaremos a México sin odio y sin violencia”.

¿Qué vemos hoy?

El Congreso no dejaba de funcionar desde que Victoriano Huerta —asesino de Madero y de la precaria paz en que aún vivía el México posrevolucionario— lo disolvió luego de matar y cercenar la lengua a Belisario Domínguez, senador incómodo para la dictadura. El Senado había operado sin interrupción desde 1913 hasta hoy.

Toda violencia verbal preludia la violencia física. Oímos inacabables ataques personales, insultos, gritos, mentiras, acusaciones, juicios de valor contra el oponente; vemos que impiden a cualquier civil ejercer sus derechos de circulación, y cancelan nuestros órganos legales de representación.

Vemos un maniqueísmo que mira en el oponente a la encarnación del Mal, y a él como el Bien. Derecha e izquierda. Patriotas vs. traidores a la patria. Nacionalistas y vendepatrias. Dividen en bandos extremos a los mexicanos. Impiden cualquier tipo de conversación, acercamiento, encuentro y debate, luego de cerrar los espacios de debate. Y hacerlo precisamente para exigir —bajo condiciones irreductibles— un debate. Un debate que no servirá si no acuerda lo que de antemano ellos han decidido que es lo correcto.

La clausura y secuestro de un cuerpo representativo y de debate habla de fascismo. Éste sólo reconoce valor a la palabra del Führer, el Gran Guía, el Duce, el Jefe Máximo, el Comandante en Jefe, el Gran Lord Protector, el César, Su Alteza Serenísima, el Hermano Mayor. Toda otra palabra no tiene interés ni valor. No sólo mandan al diablo a las instituciones que bien o mal han regido a esta república y nos han dado casi un siglo de paz; mandan al diablo a la democracia, desde su esencia hasta sus formas y sus prácticas. Y mandan al diablo a la ley. Todo se va al diablo. De pasada, el país completo.

No soy psicólogo, pero he vivido lo suficiente en este mundo como para saber observar las emociones de un hombre en cuya alma anida la soberbia, el resentimiento, los ánimos de venganza, y desde luego, el más vitriólico odio.

Verdadera resistencia civil noviolenta hizo Martin Luther King, quien consiguió resultados grandiosos y duraderos sin odiar a nadie y actuando con toda dignidad y resolución, y una autoridad moral a toda prueba.

La “resistencia civil pacífica” versión 2008 es una caricatura mostrenca de toda lucha digna, civilizada y en verdad pacífica.

Prefiero llamarla fascistencia. Lucha incivil. Cambiar a México fomentando el odio. Violencia revolucionaria. División entre compatriotas. Asaltar el poder, de cualquier modo y a cualquier costo y bajo cualquier guisa. Encaramarar al poder a un hombre. A uno solo.