Los “precios mentirosos” – aquellos que se fijan a despecho de las condiciones de oferta y demanda- nos llevan a tomar decisiones irracionales, cuando no estúpidas, y terminan por generar mayor escasez.
No parece racional que durante el primer
trimestre de este año México haya importado 40% más gasolina que un año antes.
Ni el ritmo de la actividad económica, ni la “conciencia ecológica” de la que
todos presumen, ni los precios internacionales del petróleo se conduelen con
ese crecimiento exorbitante de la demanda.
Sin embargo, el incremento de las
importaciones de gasolina es perfectamente lógico si atendemos a dos factores:
Una menor oferta interna –porque ha disminuido sensiblemente la producción de
petróleo en México – y, sobre todo, un precio de las gasolinas que nos engaña
acerca de las condiciones reales de la oferta y de la demanda. Un precio
“mentiroso”, de alrededor de tres pesos menos por litro respecto del precio
promedio vigente en las gasolineras de Estados Unidos, donde sí hay competencia
entre varias oferentes y donde el precio de los combustibles al consumidor
refleja con mayor fidelidad lo que sucede con la oferta y la demanda.
Sin duda debe haber muchas razones – buenas o
malas- que expliquen ese precio mentiroso, pero también es indudable que es un
precio que genera una demanda indeseable, por excesiva, de un energético
escaso. Es un precio que alimenta el desperdicio y que refuerza la adicción al
petróleo, a la vez que tira por el caño la misma droga adictiva.
Ese precio “mentiroso” nos está impidiendo
aprender a los mexicanos lo que aprendieron los países industrializados con las
alzas de los precios del petróleo en 1973-1974 y en 1980-1981, que es la
racionalidad en el consumo de los energéticos, lo que a su vez se traduce en
una economía menos dependiente de la energía para generar riqueza.
Para eso sirven los precios: Para apreciar o
para despreciar las cosas. En septiembre pasado dieron de gritos porque – dijeron-
se nos infligiría un duro golpe si se incrementaba el precio de las gasolinas,
pero hoy se visten de aguerridos defensores del mismo bien que entonces
pidieron despreciar y desperdiciar.
Hay cosas mucho más valiosas que el petróleo
y sus derivados. Por ejemplo, la honestidad intelectual. Pero ésa hace mucho
que se les acabó, si acaso alguna vez la tuvieron.
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.