Hoy se conmemora un aniversario más
del inicio de la Revolución de Independencia y a los mexicanos se nos dice que
formamos una nación independiente, lo cual es cierto si por ello entendemos que,
en materia de gobierno, han sido algunos mexicanos, y no extranjeros, los que
han hecho y deshecho a su antojo, siendo que, en lo que va del siglo XXI,
gracias al sufragio efectivo, ha sido la mayoría de los electores, todos
mexicanos, la que ha elegido al presidente de la república, algo antes nunca
visto. En este sentido somos independientes, independencia que es sinónimo de
libertad electoral, libertad importante pero que, ¡ni remotamente!, agota lo
que la libertad debe ser, deber ser de la libertad que en México, sobre todo en
el campo de la economía, deja mucho que desear, tanto formal (lo que las leyes
dicen que debe ser) como materialmente (lo que los hechos muestran que es).
Comienzo por lo formal, y me remito
(entre otros muchos posibles) al segundo párrafo del artículo 25
constitucional, en el cual leemos que “el Estado planeará, conducirá,
coordinará y orientará la actividad económica nacional…”, todo lo cual parece
correcto por dos razones. Primera: lo que el Estado debe hacer es planear,
conducir, coordinar y orientar, siendo que lo contrario es la improvisación, misma
que no conduce a ningún lado. Segunda: lo que el Estado debe planear, conducir, coordinar y orientar es la
actividad económica nacional, de cuya buena marcha depende que sigamos comiendo
tres veces al día y, ¡todavía más importante!, que muchos mexicanos comiencen a
comer tres veces al día, de tal manera que no nos queda más que exclamar: “¡Qué
bueno que el Estado tenga encomendada esa tarea!”
Pero, antes de exclamar tal cosa,
caigamos en la cuenta de que la actividad económica nacional no existe, que no
pasa de ser una abstracción, y que lo que existe, en concreto, son las
actividades económicas de cada uno, por lo que la única manera de que el Estado
planeé, conduzca, coordine y oriente la actividad económica nacional es
planeando, conduciendo, coordinando y orientando las actividades económicas de
las personas. Y si el Estado lo hiciera, ¿dónde quedaría la libertad de cada
uno para emprender, invertir, trabajar, ahorrar, comerciar y consumir? ¿Dónde
quedaría la libertad económica? Parte de la respuesta la encontramos en el
mismo párrafo, en cuyas líneas finales leemos que toda esa planeación,
conducción, coordinación y orientación estatal de la actividad económica
nacional se llevará a cabo “en el marco de libertades que otorga esta
Constitución”, siendo que la redacción correcta es “en el marco de libertades
que reconoce y garantiza esta
Constitución”, ¡no que otorga! El ser humano es libre, no porque en algún texto
se le otorgue la libertad, sino porque está en su naturaleza serlo, porque
tiene la capacidad para decidir y elegir, y ante este hecho el Estado y sus
leyes lo que deben hacer es reconocer plenamente y garantizar jurídicamente la
libertad, ¡no otorgarla!
Se puede argumentar que, para todo
efecto práctico, el Estado no planea, conduce, coordina u orienta la actividad
económica de los particulares, eliminando su libertad para emprender, invertir,
trabajar, ahorrar, comerciar y consumir, lo cual es cierto, pero no siéndolo
menos el que, sin llegar a eliminarla, sí la limita considerablemente, tal y
como lo muestra la calificación que, en materia de libertad económica, obtiene
México en el Índice de Libertad Económica, de