¿Por qué los periódicos se cotizan en el mercado de los negocios políticos a diez o más veces de lo que en realidad deberían valer? Pues porque el conflicto es una mercancía sumamente apreciada por los políticos.
Cuatro botones de muestra de ayer
domingo 4 de julio de 2010:
"VOTAN 14 ESTADOS EN CLIMA VIOLENTO" (periódico "Reforma",
primera plana)
"VOTAN EN ESTADOS CON MÁS VIOLENCIA" (periódico "Excélsior", primera plana)
"OPACA VIOLENCIA COMICIOS A REALIZARSE HOY EN 15 ESTADOS" ("La
Jornada", primera plana)
"Que las encuestas de salida que se den a conocer a las seis de la tarde
marcarán el inicio del conflicto poselectoral en
Oaxaca y Puebla" (periódico "Milenio", columna
"Trascendió")
Los medios de comunicación impresos en México viven una profunda crisis; lo
mismo sucede a los medios impresos, e incluso a los electrónicos, en todo el
mundo. Atenazados por un inexorable descenso de lectores (¿conocen a alguien
menor de 40 años que se suscriba a un periódico, salvo que deba hacerlo por
razones de trabajo?), que se traduce en una caída de ingresos por publicidad y
venta de ejemplares, le están apostando, al menos en México, a incrementar el
volumen, tal vez hasta que nos deje sordos. Con razón o sin ella, conjeturan que
las catástrofes de todo tipo (causadas por la naturaleza o por los seres
humanos) contribuirán a incrementar las ventas; es preciso, entonces, que las
catástrofes -reales o presuntas- adquieran cada día una escala más
atemorizante, más deprimente. Incluso, siguiendo tal lógica, tampoco es mala
idea sembrar vientos para cosechar tempestades.
Por su parte, los políticos de oficio en México (conjunto en el que se incluyen
tanto los políticos de partidos, los gobernantes y sus cortes de funcionarios
adjuntos, las mal llamadas organizaciones no-gubernamentales y hasta los
"luchadores sociales" que, de una u otra forma, viven del voto
popular, porque viven de los recursos públicos) también están en crisis. En
México, además, los medios siguen viviendo una estrecha simbiosis con ese mundo
político: la política, en su sentido más pedestre de disputa -electoral o no-
por el poder, alimenta a los medios tanto de conflictos y controversias (que
por definición son "noticia") como de ingresos por publicidad o
propaganda, (abierta o disfrazada dentro de las columnas de información y de
opinión). Por eso el "cabezal" de un periódico establecido (esto es:
la marca reconocida de un medio, su nombre) se cotiza en el mercado de los
negocios políticos a diez o más veces de lo que en realidad debería valer. (¿Por
qué alguien paga o promete pagar 30 millones de dólares por hacerse de un
periódico especializado en negocios y economía, que en el más optimista de los
escenarios no generará una tasa de retorno, si es que genera alguna, superior a
300 mil dólares al año, esto es: apenas del uno por ciento anual, esto es:
claramente inferior al rendimiento de una inversión financiera en el
instrumento más conservador y seguro? La respuesta es sencilla: el periódico
por sí mismo no es el negocio, sino los beneficios colaterales en términos de
poder, que podrían ser incalculables).
El conflicto también es una mercancía apreciada por los políticos, sobre todo
por aquellos que hoy no están en el poder, o que hoy no tienen el poder, pero que
están luchando por obtenerlo, por quitar a sus adversarios y ponerse ellos. El
conflicto, sobre todo si se atina a exacerbarlo, permite anunciar y exhibir la
incompetencia de los adversarios políticos que hoy tienen el poder que deseamos
alcanzar o recobrar.
Lo único que falla en este aparente negocio redondo entre medios y políticos es
que llega un punto en el que el público se harta no sólo de los conflictos y de
la violencia, sino de que noche y día, y cada vez con más estridencia, le
restrieguen en la cara lo mal que están las cosas y lo peor que se pondrán (la
cereza en el pastel es cuando los propios medios rebasan cualquier escala
racional y predican la imposibilidad casi ontológica de que las cosas mejoren).
Además de que los medios empiezan a perder aceleradamente credibilidad, lo que
agrava sus respectivas crisis económicas como negocios, cada vez se alejan más
de la realidad cotidiana que vive el público. Surgen, entonces, entre medios y
políticos, otros dos fenómenos patológicos: la mitomanía (empiezan a creerse
sus propias mentiras) y la endogamia, que en biología se define como el
cruzamiento entre individuos de una población aislada genéticamente.
Es más que probable que las elecciones que se celebraron ayer en 14 o en 15
entidades ("Reforma"y "Excélsior" dicen 14, "La Jornada" dice 15),
donde viven, según "Excélsior", un 37 por
ciento de los ciudadanos mexicanos, NO estén entre las cinco primeras
preocupaciones o intereses de esos mexicanos, pero a los medios eso no les
importa: se trata de "la" noticia del día y, por lo que andan
sembrando, de "la" noticia que esperan cosechar por varias semanas, vía
el conflicto o la violencia.
--APÉNDICE GRAMATICAL--
Los lectores tal vez habrán notado
el despropósito semántico (significado equívoco) del encabezado del diario
"Excélsior". Es un error de significado -decir
lo que no se quiso decir- cuyo origen es el mal uso de la gramática. Sabemos
que "lo que el periódico quiso decir" es que las elecciones de hoy se
celebran en un conjunto de estados donde se concentra, dicen, el 69% de las
ejecuciones (homicidios violentos derivados de disputas criminales) en el país,
a pesar de que en dichos estados vive sólo el 37% de los ciudadanos. Pero lo
que en realidad dice el encabezado es que quienes votan hoy realizarán ese
deber o derecho ciudadano "con más violencia". Un disparate. Hay que
saber usar las preposiciones: cuando se usa la preposición "con"
después de un verbo, tal preposición está calificando el modo en que el sujeto
(en este caso, los electores) ejercita o ejercitará la acción designada por el
verbo o el medio del que se servirá para hacerlo.
EntrarDurante siglos se ha debatido quién debe detentar el poder y no los límites de ese poder.