La afirmación de Hitler, típicamente antiliberal, resulta típicamente fascista, sobre todo porque el poder al que se refiere Hitler es el poder del gobierno, convertido en poder político, que en este caso, el del fascismo, es el poder totalitario, es decir, el que lo abarca todo, todo entre lo que se encuentra la actividad económica de los particulares.

El modelo económico del fascismo se basa en tres pilares: totalitarismo, nacionalismo y corporativismo. Totalitarismo: régimen político en el cual quienes detentan el poder político ejercen control sobre todos los órdenes de la vida nacional, concentrando la totalidad de los poderes gubernamentales en manos de un grupo o partido, que termina identificándose con el Estado y sus instituciones, y que no permite la actuación de otros partidos o grupos. Nacionalismo: régimen político que atribuye entidad propia y diferenciada a un territorio y a sus ciudadanos, entidad que está por encima de la esencia humana y de los valores universales que le son propios, motivo por el cual es esencialmente excluyente. Corporativismo: régimen político, basado en una cierta ideología, en el cual el poder político incorpora todo tipo de organizaciones, comenzando por las empresas, en un solo cuerpo colectivo, subordinando los fines de las empresas y el liderazgo empresarial al fin colectivo, impuesto por quien detenta el poder político.

La síntesis de todo lo anterior la encontramos en la siguiente frase, no de Adolfo Hitler, el Fuehrer, pero sí de quien fuera, en buena medida, su inspiración, Benito Mussolini, el Duce, quien, por si quedara duda  en torno a la esencia del fascismo, dijo: "Todo en el Estado, todo para el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado". El fascismo, al igual que el comunismo, es estatólatra: la persona, a quien en teoría y en la práctica se le niega dicha naturaleza, es para el Estado, y el Estado es para sí mismo, encarnado en la persona, única a quien en teoría y en la práctica sí se le reconoce tal naturaleza, del dictador en turno, quien, para dictar, se apoya en los tres pilares ya mencionados: totalitarismo, nacionalismo y corporativismo.

La frase de Mussolini, traducida, queda así: “Nada en la persona, nada para la persona, todo fuera de la persona, todo contra la persona”, agresión contra la persona que encuentra uno de sus principales campos de acción en la actividad económica, que en los regímenes fascistas se encuentra organizada de manera corporativa, con un fuerte ingrediente nacionalista, y dentro de los estrechos límites impuestos por el totalitarismo, todo en contra de la libertad individual, sobre todo para trabajar, emprender, invertir y producir, y de la propiedad privada, sobre todo de los medios de producción, que no son expropiados por el poder político, pero cuyo uso está sujeto al dirigismo  gubernamental, lo cual limita, en el mejor de los casos, o elimina, en el peor de ellos, la libertad para el uso de dichos medios de producción, cuyo uso de parte de empresario “privados” se justifica, solamente, si el mismo ser realiza en función de los fines impuestos por la visión totalitaria de la sociedad que es, al final de cuentas, o por principio de ellas, la visión del líder, es decir, del Fuehrer, que no quiere decir otra cosa más que eso, líder, siendo tal la persona a la que un grupo sigue, ya sea libremente, siendo entonces el liderazgo legítimo, ya sea en contra de su voluntad, resultando entonces el liderazgo ilegítimo, es decir, dictatorial.

En el fascismo, detrás de la economía está el poder político, lo cual no quiere decir, y en este punto Hitler se equivoca de cabo a rabo, que solamente ese poder garantice a la economía, siendo que ese poder, que es el político, garantiza beneficios para algunos grupos de agentes económicos y perjuicios para otros, tal y como sucede con cualquier manifestación del dirigismo gubernamental en la economía, sea el sistema fascista, comunista, socialista, mercantilista, o cualquier otro en el cual el poder político limite la libertad individual y la propiedad privada, tal y como sigue siendo la regla, aunque hoy a ningún sistema político se le reconozca como fascista, lo cual no quiere decir que muchos de esos sistemas no tengan rasgos claramente fascistas.

Por ello, pongamos el punto sobre la i.