Estrasburgo, Francia (AIPE)- ¿Es lógico mudar la sede del gobierno cada
tres semanas? Eso es lo que hace la Unión Europea, ya que gran parte del gobierno va
y viene, transportado por una larga fila de camiones que llevan y traen tanto
los documentos como el equipaje de los parlamentarios desde Estrasburgo, pintoresca
ciudad francesa a orillas del Rin, a Bruselas en Bélgica.
Los europeos no sólo no se han podido poner de acuerdo en una capital
para la UE, sino
que están divididos en casi todos los asuntos importantes. El desacuerdo
principal está en la distancia a la que Europa se debe alejar del modelo de
“economía social de mercado” que ha paralizado a Francia, Alemania e Italia y acercarse más a la economía
clásica de mercado, como la practicada en Estados Unidos.
La UE tiene poco
más o menos el mismo Producto Interno Bruto de EEUU; cada uno produce casi el
30% del PIB mundial. Pero la UE
tiene una población 30% mayor que EEUU, por lo cual el europeo promedio tiene
un ingreso de apenas dos terceras partes del ingreso norteamericano promedio.
Las 25 naciones que componen la UE
son el principal socio comercial y de inversiones de EEUU; mucho más importante
que China o Japón. Por lo tanto, los norteamericanos y los europeos tienen
grandes intereses comunes, ya que un malestar económico de un lado del
Atlántico es rápidamente contagiado al otro lado.
Europa ha estado creciendo a la mitad de la velocidad de EEUU durante
las últimas dos décadas, lo cual no es bueno ni para uno ni para el otro. Pero
dentro de Europa hay grandes disparidades en el crecimiento. Francia, Alemania e Italia apenas si han crecido, mientras
que a Irlanda, España, el Reino Unido y los nuevos miembros ex comunistas les
va mucho mejor. Esa creciente disparidad aumenta las tensiones entre los 25
países miembros de la UE,
lo que puede afectar al euro, que es la moneda de 12 países europeos.
El plomero o fontanero polaco personaliza la actual división filosófica
en Europa. Francia ha prácticamente cerrado sus puertas a los ciudadanos de los
nuevos miembros de la UE,
negándoles permisos para trabajar, bajo la equivocada teoría que esa gente muy
motivada le quitará el trabajo a los franceses. El Reino Unido, Irlanda, Suecia
y otros países han tomado la ruta opuesta, dándole la bienvenida a nuevos
trabajadores polacos, lituanos, eslovacos, etc. porque entienden que mientras
más gente trabaja productivamente más riqueza se crea y, por lo tanto, hay más
fuentes de empleo. El resultado es que el Reino Unido tiene una tasa de
desempleo de 4,7%, a pesar de haber absorbido más de 200 mil trabajadores de
Europa del Este en el último año, mientras que en Francia y Alemania el desempleo es de más de 10%, gracias a
sus políticas laborales restrictivas.
Europa también está dividida en política comercial. Mientras que varias
naciones europeas comprenden que un comercio más libre conduce a precios más
bajos y a un nivel de vida más alto, Francia y otros se resisten. En días
pasados, Francia vetó una reducción de subsidios agrícolas, mientras hablan
mucho de ayuda a los países pobres. Esa es una gran hipocresía, ya que la mejor
ayuda que se les puede dar a los países pobres es comprarles sus productos,
muchos de los cuales son agrícolas. Pero los franceses dijeron “non” otra vez.
Los países europeos que están creciendo saben que altos impuestos, sobre
todo sobre el capital y la mano de obra, reducen los incentivos y conducen al
estancamiento económico. Países como Francia y Alemania
que le temen a la competencia en impuestos insisten en armonizar los sistemas
de impuestos que no es otra cosa que implantar un cartel impositivo. El
resultado de esta lucha europea determinará si Europa sigue siendo una de las
dos grandes economías del mundo o si es alcanzada y dejada atrás por China y
otros países asiáticos. De América Latina ni hablemos porque en general se
siguen las mismas políticas que han fracasado en Europa y en el resto del
mundo.
___* Director
general del Center for Economic Growth y académico asociado de Cato Institute.
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