En
la columna anterior decíamos que el dinero, entre otras cosas, estimuló la
llegada del intermediario, quien
profundizó aun más los cambios en la forma de llevar a cabo el intercambio de
bienes y servicios; lo cual lo convierte
en un generador de riqueza. ¿Cómo lo hace? Toma un bien y le agrega valor. La
manera de hacerlo depende del tipo de intermediario. La más básica es la modificación
del bien en el tiempo y el espacio. El transportista que lleva un producto del
punto A al punto B, solo lo modifica en el espacio. El pulpero y la cadena de supermercados
transportan el bien a su sitio de venta y lo almacenan con el fin de que esté siempre
disponible para el consumidor. El bar que sirve una
cerveza, no solo la modifica en el tiempo y espacio; le agrega otros elementos
que aumentan su valor, tales como el ambiente y el servicio. El restaurante va
aun más lejos en sus modificaciones.
Información. El
intermediario también genera riqueza de otra manera: provee información. La
información es como la sangre del sistema de especialización e intercambio (el generador
de riqueza), el cual se asemeja a un rompecabezas compuesto por miles de
figuras de distintas formas o contornos. Cada figura encaja perfectamente solo
con una de las otras (su pieza gemela); con cada una de las demás encaja con
distintos grados de imperfección. En el sistema, cada actor es una de esas
piezas, y su pieza gemela es aquella persona que le provee la mejor solución
para su necesidad de consumo de un determinado bien. Cuanta más información
haya, mayor es la probabilidad de que el rompecabezas se arme con un alto grado
de perfección. Cuanto mayor sea el grado de perfección al armarlo, mayor es la
riqueza creada. Si el grado de perfección logrado es del 40 por ciento, entonces
el sistema generará solo el 40 por ciento de la riqueza que podría generar.
¿Malditos? En
el Tercer Mundo, existe la convicción plena de que los intermediarios son un
factor de pobreza. Los políticos, intelectuales, gobernantes y demás especies,
quienes no han tenido la capacidad de asimilar lo expuesto aquí, los detestan y
siempre han tratado de eliminarlos. No hay duda: la pobreza es un producto de cierta
mentalidad.
¿Cómo sería el mundo sin los intermediarios? Pobre, muy pobre. Imaginemos cómo sería Costa Rica si se eliminaran todos los supermercados, pulperías, tiendas, bares, restaurantes, correos, etcétera. Tomemos el caso de la papa, y supongamos que todos los productores están concentrados en Cartago, y los consumidores, distribuidos por todo el país. Sin los intermediarios, solo habría dos opciones. Una, que todo aquel que quiera consumir papa vaya a Cartago a adquirirla directamente del productor. Dos, que los productores lleven las papas hasta los hogares de todos lo que quieran consumirlas. En cualquiera de los dos casos, tanto los productores como los consumidores de papa se encontrarían en una situación mucho más desventajosa. Los productores se empobrecerían tremendamente.