¿Cómo salir de la trampa de la nueva era del totalitarismo
democrático, donde las mayorías deciden democráticamente cómo y cuánto devorar
a los miembros más productivos de la sociedad? ¿Cómo organizarse y movilizarse
contra esta injusticia, en tanto encontramos la cuadratura al círculo (hacer
política sin terminar siendo parte de la casta parasitaria conocida como
"clase política" o "aristocracia de la violencia" según la
designaba Ayn Rand)?
Hay que mirar hacia el sur, a Argentina. Desde que al final del
milenio anterior América Latina fue lentamente arrasada por el tsunami de tinte
neo-comunista, ningún movimiento de resistencia social había sido tan
prometedor –con la excepción del que derrotó a Hugo Chávez en el referéndum de
diciembre de 2007– como el paro de los productores agropecuarios de Argentina.
Los productores se hartaron de la esclavitud fiscal de que son víctimas, cuando
el gobierno socialista de la dinastía Kirchner dio
una vuelta más a la tuerca de sus grilletes, al elevar la tasa de impuestos
hasta el 44% de los ingresos de los productores. A decir verdad, considerando todos
los impuestos y "retenciones" el Estado predador argentino termina
quedándose con el 75% de las ganancias de agricultores y ganaderos.
Antes de este incremento en la tasa impositiva, se había concretado
otro atropello del gobierno ultra-interventor sobre los productores
agropecuarios: La prohibición de las exportaciones de diversos productos, entre
ellos la carne, para forzar el descenso de la carestía (provocada por la política
económica gubernamental).
El movimiento social ha puesto contra la pared a un gobierno
plagado de terroristas jubilados, que se creía imbatible y que ha estado
buscando cómo apresurar el paso y alcanzar a Chávez en su marcha al
"socialismo del siglo XXI". El movimiento, que ha dado una tregua al
gobierno y que está negociando, no es dirigido por liberales inmaculados, ni
mucho menos, sin embargo varias de las expresiones de sus líderes no dejan de
ser interesantes: Rechazan los argumentos del gobierno como que los impuestos
se les devuelven a través de subsidios y dólares "baratos". No
queremos – dicen - ni los unos ni los otros, sino lo que es nuestro y la
libertad de venderle a quien queramos.
El movimiento muy probablemente concluirá con algunas
concesiones mínimas (reducir un poco las retenciones y aceptar cuotas de
exportación), pero esto no es el fin de la historia. La movilización ha hecho
conscientes a los agricultores de su poder, del poder que nace de la generación
de la riqueza, frente al poder de quienes se apoderan de ella gracias a la
coerción. Más aún, los productores agropecuarios les muestran el camino de la
rebelión fiscal a los demás productores de la riqueza de Argentina y América
Latina.
¿Qué hubiera pasado si en lugar de los productores agropecuarios
todos los contribuyentes argentinos se hubieran movilizado, mediante una huelga
de pagos? El gobierno socialista estaría de rodillas y los contribuyentes
podrían imponer sus condiciones: no solamente una reducción drástica de la
extorsión fiscal, sino la derogación de cuando menos las medidas estatistas más extremas.
La rebelión fiscal en Argentina es además un curso intensivo
de pensamiento liberal, aun si los protagonistas de la primera no son por ahora
del todo conscientes de las lecciones. La rebelión también revela la
potencialidad de la construcción de un movimiento liberal de masas en nuestra
región.