Introducción

Una y otra vez escuchamos, con algunas variantes, pero con la misma esencia, la siguiente afirmación: “A México le hace falta una izquierda moderna, práctica e inteligente”, con la cual se pretende superar a aquella izquierda antigua, ideológica y estúpida. Por moderna, práctica e inteligente se entiende una izquierda más socialdemócrata que marxista; más reformista que revolucionaria; más comunitaria y menos comunista, avanzando hacia el futuro y no retrocediendo hacia el pasado. La izquierda moderna, práctica e inteligente es aquella de la cual, así lo afirman muchos, no podemos prescindir. De la otra, la antigua, ideológica y estúpida, a la que algunos llaman socialismo real, ya se encargó de prescindir la historia.

Todo indica que, para quienes afirman que a México lo que le hace falta es una izquierda moderna, práctica e inteligente, lo importante son los adjetivos -moderna, práctica e inteligente-, y no el sustantivo –izquierda-. ¿Será?

Causa de la necesidad

¿Por qué, según quienes tales cosas afirman, a México le hace falta una izquierda moderna, práctica e inteligente? Por la crítica situación que padecen millones de seres humanos en el país: el 51.7 por ciento de los mexicanos sobrevive en la pobreza; el 74.5 por ciento de la población ocupada genera ingresos diarios no mayores a los 216.50 pesos, y el gasto promedio mensual de las familias mexicanas es de 5 mil 763 pesos. Ante esta situación la tarea de la izquierda es aliviar los efectos  de la pobreza, sobre todo en materia de alimentación, atención médica y educación, y garantizar un mínimo de bienestar material. ¿Cómo? Por medio de la redistribución del ingreso y el patrimonio, es decir, quitándole a unos para darle a otros. La izquierda moderna, práctica e inteligente es, esencialmente, redistributiva.

La izquierda vieja

La izquierda antigua, ideológica y estúpida pretendía la propiedad gubernamental de los medios de producción; la planeación, conducción, coordinación y orientación, también gubernamental, de la actividad económica de los particulares, y la distribución de los satisfactores según la máxima de cada cual según su esfuerzo y a cada uno según sus necesidades. Lo primero atenta contra la propiedad privada de los medios de producción; lo segundo contra la libertad para emprender; y lo tercero contra la libertad para consumir y la propiedad individual sobre los ingresos y el patrimonio. Por si fuera poco, todo ello es contrario a la productividad (hacer más con menos) y a la competitividad (hacerlo mejor que los demás) y, por lo tanto, antieconómico.

El fracaso del socialismo real dio como resultado, en primer lugar, el abandono de dos de las tres pretensiones de la izquierda antigua, ideológica y estúpida: la propiedad gubernamental de los medios de producción, y la planeación, conducción, coordinación y orientación, también gubernamental, de la actividad económica de los particulares. En segundo término trajo consigo la modificación del tercer anhelo: ya no se pretende que cada cual aporte según su capacidad y reciba según sus necesidades, sino que el gobierno garantice un mínimo de bienestar para todos, todos que se reduce a los más necesitados, garantía que se consigue por medio de la redistribución, es decir, quitándole a unos y dándole a otros.

La izquierda nueva

La izquierda moderna, práctica e inteligente es, en comparación con la antigua, ideológica y estúpida, menos pretenciosa, ya que ha abandonado la intención de  gubernamentalizar los medios de producción, y de planear, conducir, coordinar y orientar, desde el gobierno, la actividad económica de los particulares. Es, con relación a la tercera pretensión de la izquierda antigua, ideológica y estúpida, una izquierda mutante, que ya no pretende que cada uno aporte según su esfuerzo y reciba según sus necesidades, sino que los que más aportan “ayuden” a quienes menos lo hacen, hasta el punto de garantizar un mínimo de bienestar para estos últimos. ¿Cómo se concreta esa ayuda? Con la intermediación del gobierno, quien le quita a unos para darle a otros, quita que será mayor en la medida en la que los primeros sean capaces de crear más riqueza, de generar más ingreso, y de formar un patrimonio, para lo cual resulta indispensable abandonar la propiedad gubernamental de los medios de producción, así como la planeación, conducción, coordinación y orientación, también gubernamental, de la actividad económica de los particulares. Son necesarias la propiedad privada de los medios de producción y la libertad para emprender.

El reto

La izquierda moderna, práctica e inteligente es redistributiva, redistribución que será mayor en la medida en la que mayor sea la creación de riqueza, la generación de ingreso, y la formación de patrimonio, todo lo cual será mayor en la medida en la que más extendida se encuentre la propiedad privada de los medios de producción y la libertad para emprender, libertad para emprender y propiedad privada del capital que son dos de los tres ingredientes esenciales de la economía de mercado.

Esta izquierda es moderna porque ha superado lo antiguo, que no es otra cosa más que la gubernamentalización de los medios de la producción, y la planeación, conducción, coordinación y orientación gubernamental de la actividad económica. Es práctica porque ha superado el dogma que afirma que la servidumbre económica y la propiedad gubernamental de los medios de producción son más eficaces que la libertad individual y la propiedad privada del capital. Es inteligente porque acepta la demostración intelectual y la muestra empírica de que el binomio propiedad privada y libertad individual, si de generar riqueza se trata, es lo más eficaz (habrá que ver si aceptan que, además, es lo único moral y justo), y que esa eficacia es una condición necesaria para redistribuir más.

Así las cosas, el reto de esa izquierda moderna, práctica e inteligente es apoyar, con todo lo que sea necesario, la creación y consolidación de una economía basada en la propiedad privada de los medios de producción, y en la libertad individual para emprender, siendo ambas dos caras de una misma moneda: no puede haber libertad para emprender sin propiedad privada de los medios de producción. La primera (libertad individual para emprender) tiene que ver con lo que Isaiah Berlin llamó libertad negativa, y consiste en la ausencia de obstáculos para la realización de una acción. La segunda (propiedad privada de los medios de producción) tiene que ver con lo que llamó libertad positiva, que consiste en la disposición de los medios para la realización de la acción.

El defecto

La economía que requiere una izquierda moderna, práctica e inteligente, cuyo principal objetivo es redistribuir, es la que produce la mayor riqueza posible, y esa es la economía basada en la propiedad privada de los medios de producción, y en la libertad individual para emprender, que no hay que confundir con la economía de mercado. Ambas, propiedad privada de los medios de producción y libertad individual para emprender, son dos de los tres elementos de la economía de mercado que, sin el tercero, no dan como resultado ese tipo de economía. ¿Cuál es el elemento que falta? La propiedad privada sobre los ingresos y el patrimonio, consecuencia natural de la libertad para emprender, y de la propiedad privada de los medios de producción, propiedad privada sobre los ingresos y el patrimonio que, por obra y gracia de la redistribución, el gobierno viola una y otra vez: redistribuir implica quitarle a unos para darle a otros, lo cual me lleva, por enésima vez, a preguntar ¿qué justifica que el gobierno les quiete a unos para darle a otros?

Posibles respuestas

La primera respuesta a la pregunta es: la redistribución se justifica por las necesidades insatisfechas de los pobres, respuesta que se puede usar, sin ningún problema, para justificar, por ejemplo, el robo por hambre. ¿Se justifica ese tipo de robo? No, de ninguna manera. La otra respuesta posible es: la redistribución se justifica por ser el Estado (en abstracto), y los gobiernos (en concreto), quienes la llevan a cabo, respuesta que no pasa de ser un despropósito enorme, ya que una acción debe calificarse por la naturaleza de la misma y no por la identidad del actor: si no fuera así cualquier acción, de cualquier gobierno, estaría justificada, no por la naturaleza de la acción, sino por la identidad del agente, eliminándose cualquier límite a la acción de tal agente, lo cual lo dota de una discrecionalidad total a la hora de actuar, discrecionalidad que, en el caso del gobierno, debe eliminarse totalmente.

Conclusiones

A quienes afirman que a México le hace falta una izquierda moderna, práctica e inteligente, que se eche a cuestas la tarea de redistribuir, hay que señalarles que esa izquierda ya está operando, desde hace décadas, y que lo está haciendo, para empezar, desde el Gobierno Federal, cuya principal tarea es, ni más ni menos, redistribuir, siendo éste, independientemente del punto que en la geografía política ocupe el partido político en el poder, el principal afán de los gobernantes.

Gobernar se ha vuelto sinónimo de redistribuir, es decir, de quitarle a unos para darle a otros, lo cual no deja de ser una violación al derecho de propiedad sobre los ingresos y el patrimonio y, por lo tanto, un robo con todas las de la ley, siendo éste, de entre todas, la principal característica de la izquierda: el nulo respeto a la propiedad, siendo éste, de manera principal, una de las muestras de falta de civilización.