Encontré
un ejemplar, en una venta de libros usados, del segundo tomo de la obra “La era
de Roosevelt” del historiador estadounidense Arthur M. Schlesinger junior, que trata de “La llegada del Nuevo Trato” (The coming of the New
Deal 1933-1935,), a un precio de ganga. Lo empecé
a leer con la sincera intención de convertirme en un admirador de Franklin Delano Roosevelt (FDR) y del
famoso New Deal que la
sabiduría dizque progresista suele tipificar como el arquetipo del buen
gobierno que derrotó a
Schlesinger
no oculta su admiración por Roosevelt. Finaliza la
obra (página 563) con este panegírico: “Vivió,
de acuerdo con su exultación, en los horizontes lejanos y en los mares
desconocidos. Fue esto lo que le mereció la confianza y la lealtad en una época
atemorizada (…) esto y la convicción de la gente sencilla de que les había dado
su mente y su corazón y que no cesaría de luchar por su causa”.
Sin
embargo, lo que antes ha reseñado Schlesinger a lo
largo de la obra, no se conduele con la imagen heroica de un gobernante
ejemplar, sino con la de un amasijo de contradicciones, voluntarismo político,
arrogantes experimentos intervencionistas, demagogia, impericia técnica, transacciones
políticas inconfesadas con los poderosos… Lo que salvaría al personaje es que
invariablemente dijo estar a favor de la “gente sencilla” y en contra de la
odiosa “derecha”. Esto es: el mito del “pueblo bueno” al que invariablemente
recurren los populistas.
Si
Barack Obama pretende
resucitar en los albores del siglo XXI los mitos de FDR y del “New Deal” ha
empezado con el pie derecho (o con el izquierdo, para aquellos que llevan la
ideología hasta los pies), pero eso significa, también, que no hay que abrigar
esperanzas de que Estados Unidos supere con rapidez esta crisis.
Intervencionismo gubernamental a granel, rescates y socorros multimillonarios,
mucha retórica y sofismas (basta seguir hoy los alegatos falsamente académicos
de keynesianos redivivos contra neoclásicos en los diarios y en las bitácoras
de la red), proteccionismo comercial aderezado de xenofobia y de solidaridad
con la “gente sencilla” que perdió su empleo, nos dirán, por culpa de la
codicia de Wall Street, del
libre comercio y de la invasión de indocumentados de pelo oscuro y grasoso que
hablan español. Prepárense.