Asunción
(AIPE)- Los liberales clásicos o libertarios no son de
“derecha”, como los conservadores, ni de “izquierda”, como los progresistas y
socialistas. Tampoco son de “centro”. Están en otro lugar: arriba, donde hay
más libertad. Fue así ya en los orígenes. En tiempos de
Pero la tradicional clasificación de las
ideologías, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha se presta a
errores. En América Latina se piensa que con la llegada al poder de los
neosocialistas Hugo Chávez, Lula, Kirchner, Vázquez y
Evo Morales se verá un profundo cambio socioeconómico. No es así. Seguirán las
mismas políticas mercantilistas e intervencionistas que condenaron al hemisferio
al atraso y pobreza.
No existe diferencia real entre la izquierda, el
centro y la derecha del espectro político. Todos acumulan poder y se oponen a
los derechos individuales y a la propiedad privada. Si en la extrema derecha
ubicamos a los fascistas y nacionalsocialistas (nazis), y en la extrema
izquierda a los comunistas y otros marxistas, vemos que pese al odio que
sentían unos por otros, sus conflictos fueron los de grupos estatistas
no tan diferentes que pugnaban por el poder.
El nazismo era el partido de los trabajadores
socialistas, no muy diferente al partido comunista cubano. En todos los
regímenes autoritarios ha dominado el colectivismo, donde los individuos son
solo medios para los fines del Estado. Estas ideologías sienten terror a la
gente y a la libertad. Los gobiernos de izquierda, derecha y los oportunistas
del centro siguen sosteniendo que “el interés general está por encima del
interés privado”, como en
Gobernantes tanto la derecha como la izquierda
en América Latina han fomentado grupos privilegiados, monopolios, planificación
centralizada, mercados negros, subsidios, proteccionismo, politización de la
justicia, corrupción y otras delicias del estatismo. El resultado ha sido la
cultura del trámite, la coima y la escasez.
Desde arriba las cosas se ven diferentes. Los
libertarios defienden la dignidad del hombre, del individuo, por encima de
cualquier entelequia colectivista, como la “sociedad”, la “comunidad”, el
“estado”. El valor supremo es la libertad individual. El hombre para ser libre
debe ser dueño de su persona, de su cuerpo y su mente, y del fruto de su
esfuerzo. Ahí nacen los derechos de propiedad que son derechos fundamentales
del hombre. La función principal del gobierno, su razón de ser, es la
protección de estos derechos del individuo.
Para el liberalismo clásico, sin el derecho de
propiedad ningún otro derecho es posible. Tampoco es posible la justicia.
¿Cuáles son los límites de la libertad? Los derechos de propiedad. El que
carece de derechos de propiedad es un esclavo. El que tiene sus derechos muy
restringidos es un siervo. Y solo el que goza de plenos derechos de propiedad
es un hombre libre. La propiedad es el derecho, no la cosa. Los derechos
fundamentales son “la vida, la libertad y la hacienda, a los que yo llamo
propiedad”, decía John Locke.
Un error muy común en América Latina y que ha empujado
a muchos intelectuales y políticos hacia la izquierda es creer que libre
mercado es sinónimo de derecha. Nada más lejos de la verdad. Si bien la derecha
defiende algunas libertades económicas, como la izquierda defiende las
libertades políticas, ninguno defiende sin restricciones los derechos de
propiedad. Solo los libertarios sostienen que no puede haber libertad mientras
no se respeten los derechos de propiedad, base de todas las libertades, desde
la libertad de expresión hasta la libertad de trabajar, comprar, vender,
contratar y emigrar.
El paso de la derecha a la izquierda no implica
un cambio real, sino solo el paso de un estatismo a otro, cambiando una cadena
por otra. El cambio genuino está en la libertad individual. Por eso los únicos
que pueden traer la revolución y el progreso a las masas empobrecidas y
oprimidas de América Latina son las ideas libertarias.
___* Corresponsal de AIPE y
presidente del Foro Libertario.